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La mujer e la negación de sí misma







Esta negación de sí misma es interiorizada a niveles tan profundos que es como si las mujeres, a lo largo de toda su historia no hiciesen más que repetir esta experiencia de autodestrucción.
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Es necesario reconstruir la contradicción hombre-mujer a partir de la negación del cuerpo de la mujer, y por tanto, lo que en el psico-análisis tradicional aparece como problema de enfermedad, de neurosis, de desadaptación, etc., se convierte… en una contradicción material.


La mujer se encuentra desde el principio sin una forma propia de existir, como
si el existir de la mujer se hallase ya incluído en una forma de existencia
(mujer, madre, hija, etc.) que la niegan en cuanto a mujer.
Ser madre significa existir y usar el propio cuerpo en función del hombre, y por lo tanto una vez más carecer del sentido y del valor del propio cuerpo y de la propia existencia a todos los niveles. Esta negación de sí misma es interiorizada a niveles tan profundos que es como si las mujeres, a lo largo de toda su historia no hiciesen más que repetir esta experiencia de autodestrucción. Por eso, el discurso sobre la violencia masculina, sobre la vejación, sobre la dominación, sobre los privilegios, etc. seguirá siendo un discurso abstracto si no se tiene en cuenta el aspecto interiorizado de la violencia, la violencia como negación de la propia existencia.

La negación de sí misma empieza a funcionar desde el nacimiento, a partir de la primera relación con la madre, donde la madre no está presente como mujer con su cuerpo de mujer, sino que está allí como mujer del hombre, para el hombre.
(…)
El hecho de que la niña viva la relación con la persona de su sexo sólo a través del hombre, con esta especie de filtro que hay entre ella y la madre, es la razón más profunda de la división que encontramos entre una mujer y otra mujer; las mujeres estamos divididas en nuestra historia desde siempre, no sólo porque cada una de nosotras está unida socialmente al propio marido, a los propios hijos –éste es el aspecto visible dela separación–, la división se da a un nivel más profundo, al no conseguir mirarnos la una a la otra, al no ser capaces de contemplar nuestro cuerpo sin tener siempre presente la mirada del hombre. (…)

En un artículo en ‘L’Erba Voglio’… insistía en la relacióninte rrumpida con la madre, o en cualquier caso deformada desde el principio precisamente porque la madre no es la mujer, sino ‘la madre’, es decir, la mujer del hombre. Del hecho de que la mujer no encuentra en la relación con la madre el reconocimiento de su propia sexualidad, del próprio cuerpo, procede después toda la historia sucesiva de la relación con el hombre como relación donde la negación de todo lo que tú eres, de tu sexualidad, de tu forma de vida, ya se ha producido.

LEA MELANDRI
La infamia originaria

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