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¡¿En qué mundo vivimos?!

Chelo Álvarez-Stehle

La voz de las esclavas del siglo XXI
18.12.10 - 00:26 - J. SAINZ LOGROÑO.

- La periodista riojana lleva trece años denunciando el 'trafficking' en países como India, Japón o Estados Unidos.Chelo Álvarez-Stehle presenta su trabajo sobre explotación sexual.

«La explotación sexual siempre me ha hecho rebelarme contra el silencio tabú que impone».

¿Quiere datos o quiere historias? Ahí van algunos datos del Departamento de Estado norteamericano: 27 millones de personas en todo el mundo sufren algún tipo de esclavitud en la actualidad; un millón de niños al año son víctimas de explotación sexual; la mitad de las víctimas del tráfico internacional de personas son niños; el 80%, mujeres y niñas; el llamado trafficking se extiende por 161 países; el ‘negocio’ genera unos beneficios estimados en 32 billones de dólares...

¿Prefiere historias? Cada dato tiene una. Ahí va la historia real narrada en primera persona por Virginia, mexicana secuestrada a los quince años por una banda de tráfico sexual: «Me golpearon y cuando me desperté estaba en una casa abandonada tirada en el suelo, desnuda y con mi niña también sin ropa. Nos tomaron un vídeo y nos hacían bailar desnudas para los hombres. Y, como yo todavía daba el pecho, la leche caía por mi cuerpo (...). Nos hacían que nos sentáramos en las piernas de ellos y eso era el enfoque de todo mi sufrimiento, que nos estuvieran prostituyendo».

Es uno de los testimonios recogidos en el documental ‘Sands of silence’ (‘Arenas de silencio’, que puede verse en www.sosdocumentary.org) de la periodista riojana Chelo Álvarez-Stehle. Esta mujer lleva trece años denunciando la trata de personas por medio de su trabajo creativo de alcance social. Trabajó en Japón para proyectos documentales de la NHK y fue corresponsal del diario español El Mundo primero en Tokio y luego en Los Angeles, donde reside desde 1995.

Sus trabajos en prensa sobre tráfico humano se han publicado en todo el mundo. Canal + España se inspiró en uno de sus reportajes sobre tráfico entre Nepal e India para el documental ‘Niñas de hojalata’, que dirigió Miguel Bardem y en el que ella trabajó como entrevistadora, asistente de dirección y consultora. En Nepal cofundó el proyecto Masala, una iniciativa de generación de ingresos para supervivientes del tráfico, que incluye una fábrica de especias y micro-granjas.

A la venta en USA

Estos días se encuentra en España, donde el próximo martes presentará en Logroño, su ciudad natal (21 de diciembre a las 20 horas en el Centro Cultural Ibercaja-Portales), una selección de su trabajo documental sobre la trata de personas en América y un videojuego educativo sobre la misma temática (SOS Slave), aún sin concluir y para el que busca financiación.

Además de su compromiso por informar sobre una realidad muy extendida en el mundo y socialmente consentida incluso en países occidentales como España, Álvarez-Stehle participa en diversos proyectos en favor de las víctimas. «Siempre me he sentido interesada por este tema –afirma–, porque, como mujer, una misma puede ser víctima o conocer a alguien que lo sea. La explotación sexual siempre me ha hecho rebelarme contra el silencio tabú que se le impone».

Su trabajo le hace llorar a menudo. ‘Sold in America’ (‘De venta en USA’, www.soldinamerica.net), es un documental cuyo estreno mundial se realizó en el Festival de Derechos Humanos de Montreal. «El reportaje sumerge al espectador en el mundo de la trata de mujeres en Estados Unidos a través de la experiencia de tres supervivientes vendidas en esclavitud siendo niñas».
Pese a todo, ella procura enfocar su labor en positivo: «Un brujo compra a María por 200 dólares como esclava sexual. A Miriam la vende su tío a hombres mayores los fines de semana. Y el novio de Michele la obliga a prostituirse en moteles. Contra todo pronóstico, María, Miriam y Michele se han convertido en voces de esperanza para quienes siguen hoy en cautiverio y en una llamada apremiante a la concienciación y prevención de la esclavitud del siglo XXI».

¡¿En qué mundo vivimos?!

- ¿Por qué se especializó en este tema?

- Siempre me he sentido atraída por este tema, quizás porque, como mujer te das cuenta de que o eres víctima de acoso sexual o conoces a alguien que lo es. Es algo que crecemos con ello a nuestro alrededor y hay un silencio tabú y un estigma. Siempre me ha hecho rebelarme la explotación sexual de la mujer, en la televisión o en cualquier otro sitio. El culto al cuerpo, la mujer objeto… Me he rebelado porque los medios y todos tenemos mucha responsabilidad en cómo educamos a la sociedad.

- ¿Cómo empezó?

- Empecé en Japón con el tema de las coreanas esclavizadas para satisfacer sexualmente a los soldados del ejército japonés durante la Segunda Guerra Mundial. Luego estuve en Nepal. Allí trabajé sobre todo tipo de explotación de la mujer y finalmente me centré en el tema de la trata de personas con fines sexuales porque todavía no se había oído hablar mucho de ello en los países occidentales. A raíz de varios reportajes me llamaron de Canal + y surgió el proyecto de llevar al documental el reportaje sobre tráfico de niñas de Nepal a India. Al volver a Estados Unidos me di cuenta de que eso no estaba ocurriendo sólo en países como Nepal, estaba ocurriendo también en Estados Unidos. Empecé a investigar y vi que había muchísimas mujeres traficadas y que casi no se hablaba de ello públicamente. Esto era hacia el 2002. Desde entonces la gente viene a mí a contarme su historia. Tengo la impresión de que tengo la responsabilidad de contar estas historias para poder influir en las leyes.

- ¿De qué modo?

- Es importante que hagamos llegar la voz de estas mujeres que no están en el negocio de la prostitución porque quieren, algunas sí, pero muchas de ellas han sido traficadas contra su voluntad. Tenemos que saber identificarlas y darles voz. En Estados Unidos, por ejemplo, a raíz de estos documentales, las fuerzas del orden han puesto en marcha cursos de formación para sus agentes para que sepan distinguir los casos, casos que antes se trataban por igual.

- ¿En España?

- Conozco poco la situación en España, pero es sabido que España es uno de los diez países con más trata de personas en el mundo. Es alarmante. Quiere decir que estamos descuidando ese tema o que hay una ‘cultura’ de permisividad con el tema de la prostitución en general; como que no estamos concienciados en saber si esas prostitutas cuyos servicios estamos pidiendo están ahí por su propia voluntad o no. ¿Cuál es su historia? ¿Por qué están aquí? El problema es la demanda. Si no hubiese demanda no habría prostitución y no habría tráfico. ¿Qué pasa con la demanda en España? Es inaceptable. Hay muchos hombres que consideran que está bien ir a solicitar los servicios de una trabajadora sexual y sus mujeres se lo permiten. Yo pensaba que esto pasaba hace cuarenta años, pero sigue pasando.

- Su trabajo periodístico se centra en las víctimas. ¿También ha investigado las mafias del tráfico y la extorsión?

- Las mafias son muy difíciles de investigar porque son subterráneas, obviamente. Y también es difícil llegar a las mafias a través de las muchachas porque están intimidadas y sus familias, amenazadas. Esto ocurre en todo los países, desde Nepal hasta España. Si ellas no denuncian, no hay forma de llegar a los traficantes. Empieza a haber fórmulas de protección legal, pero sigue siendo difícil. Además, ocurre que muchas chicas, después de años de prostitución deciden entrar en el sistema y se convierten en ‘madamas’ de otras chicas.

- ¿Las víctimas llegan a liberarse alguna vez?

- Hay de todo. Yo he conocido gente de Nepal que se escapaba de los burdeles de la India, de Bombay, de Calcuta o Delhi, por el alcantarillado. Pero la policía, pagada por el propio burdel, se encarga de atraparlas y devolvérselas. Yo creo que el esclavo siempre está tratando de escapar. Hay algunas mujeres que no, que se dan por vencidas y que se convierten en pequeñas ‘madamas’. Eso también lo he conocido en Estados Unidos: una mujer al frente de un burdel de lujo en Las Vegas que había sido víctima de tráfico y ahora era ella quien lo hacía con otras chicas. Es difícil, pero lo normal es que todas intenten escapar. Aunque algunas son tan maltratadas que la libertad no la tienen ni en el horizonte mental. Lo que les hacen es una tortura brutal.

- ¿Qué medidas legales hacen falta?

- Es una problemática que hay que tratar con prevención, pero también hay que aplicar las leyes o articular leyes a favor de las víctimas. El mayor obstáculo, la razón por la que el tráfico se ha extendido de tal forma es porque las fuerzas del orden han estado tradicionalmente en contra de las víctimas pensando que no eran víctimas, sino que se prostituían por su propia voluntad.

- Personalmente, ¿qué recuerdo es el que más le ha marcado?

- Haciendo este trabajo he llorado mucho. Es un trabajo desgarrador. Pero siempre recuerdo una escena rodando ‘Niñas de hojalata’: en un burdel en Bombay vi a una niña que tenía a su bebé debajo de su catre, del catre donde recibía a los clientes. Alguien nos había dicho que los niños que nacen en el burdel, se crían en el burdel y que incluso algunos clientes terminan por abusar del niño después de hacerlo con la madre. Allí se me cayó el alma a los pies: el niño viviendo la explotación de su madre y siendo explotado a su vez. Aquello me conmovió mucho. ¡¿En qué mundo vivimos?!

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