LA FUENTE DE LA VIDA
Ni la sociedad humana, ni la historia humana puede ser comprendida, sin tener en cuenta las diferentes maneras en que una sociedad usa el dolor y el placer para motivar el comportamiento humano. [11]
La visión de que el sexo tiene una dimensión espiritual es tan extraña a todo lo que aprendemos, que deja a casi todo el mundo completamente confundido. [17]
Nuestros ancestros del paleolítico y del comienzo del neolítico imaginaban el cuerpo de la mujer como un receptáculo mágico. Deben de haber observado como sangra en consonancia con la luna, y como milagrosamente produce gente. También deben de haberse maravillado con el hecho de que provea alimento, produciendo leche. Añadamos a esto el poder aparentemente mágico de hacer que el órgano sexual masculino se levante y la capacidad extraordinaria del cuerpo de la mujer para el placer sexual – tanto para experimentarlo como para ofrecerlo – y no es de extrañar que el poder sexual de la mujer haya infundido tanto respeto en nuestros ancestros.
Ni es de extrañar que la genitalidad masculina, junto con el toro y otros animales de cuernos, símbolos de la potencia masculina, hayan sido contemplados con reverencia y admiración. O que la unión sexual entre la mujer y el hombre, la fuente de la vida, amor y placer, haya sido un tema mítico-religioso importante. [39-40]
La condena moral de la sexualidad fue mucho más que un desequilibrio psicológico. Fue parte integrante de la estrategia altamente política de la Iglesia para imponer y mantener el control sobre el pueblo que se acordaba vagamente de las tradiciones religiosas muy antiguas y aún se aferraban a ellas. Si la Iglesia quería consolidar su poder y firmarse como la única y exclusiva fe, la persistencia de mitos y rituales de un sistema religioso antiguo y arraigado – en el cual la Diosa y su hijo o consorte divino eran adorados, las mujeres eran sacerdotisas y la unión sexual entre hombres y mujeres poseía una marcante dimensión espiritual – no podía ser tolerada. [46]
En general pensamos en los rituales como asociados a la religión. Pero desde una perspectiva antropológica, los rituales son comportamientos formales que transmiten significados simbólicos generalmente comprendidos. Como los rituales son frecuentemente asociados a situaciones altamente cargadas de emoción, toda sociedad humana tiene algún tipo de ritual asociado al nacimiento, cópula y muerte. [62]
Si analizamos todo el objetivo de nuestra historia planetaria, parece haber en ella un impulso de ensayo en relación a esas características que en el lenguaje de la espiritualidad fueron llamadas más evolucionadas – características vigorosamente expresadas en el esfuerzo humano en dirección a la belleza, verdad, justicia y amor. [68-69]
La sexualidad humana no es un objetivo, y sí una ayuda en la búsqueda humana de una conciencia superior de formas, cultural y socialmente, más evolucionadas e igualitarias de organización. [69]
En verdad, es bastante posible que, en nuestra pre-historia, hubiera ritos eróticos sagrados en ocasiones religiosas importantes, como el retorno anual de la primavera, en la cual la unión de la hembra con el macho era celebrada como una epifanía o manifestación sagrada de los poderes misteriosos que conceden y mantienen la vida.[78]
Para nuestros ancestros pre-históricos que consideraban el sexo parte integrante de la orden cósmica, los ritos eróticos deberían tener un significado muy diferente. Para ellos, los ritos eróticos habrían sido rituales de alineación con los poderes femeninos y masculinos, con el poder de concebir vida, con el cosmos. Para ellos, compartir los placeres del sexo no habría sido pecaminoso y sí una manera de aproximarse a la Diosa. [79]
Nuestros ancestros exaltaban el sexo no sólo en relación al nacimiento y procreación, sino como la fuente misteriosa tanto del placer como de la vida. Los mitos y ritos eróticos pre-históricos no eran sólo expresiones de alegría y gratitud por la dádiva de la vida concedida por la Diosa, sino también expresiones de alegría y gratitud por las dádivas del amor y del placer.[81]
Para nuestros ancestros la vida y el placer pertenecían al dominio de lo sagrado. Nuestros ancestros sacralizaban el placer. [82]
El reconocimiento del sexo y particularmente del poder sexual creativo de la mujer, como central para los ciclos de nacimiento, muerte y regeneración, también es un tema importante en el período neolítico.
Ahí encontramos figuras representando los poderes del universo de conceder y nutrir la vida. Y la articulación de los principios masculino y femenino.
El principio masculino es generalmente simbolizado por un animal de cuernos. Vemos escenas de la Diosa en combinación con cuernos de toros o pinturas de toros. Esos toros probablemente retrataban al hijo o el consorte de la Diosa, como representante de la potencia sexual masculina.
Lo que encontramos es una convención artística que perfigura las imágenes posteriores de un Dios Toro que era venerado en los tiempos antiguos.[85-86-editado]
Hay indicaciones de que la boda sagrada de la Diosa y el Dios toro era celebrado todas las primaveras, como parte de un festival que tal vez haya sido la ocasión para ritos humanos de cópula. [110]
Nuestras antiguas imágenes místicas reflejaban una visión del mundo en el que la muerte no era un evento aislado, ni un destino final en el cielo o infierno. Pero sí parte de un mismo ciclo: el ciclo del sexo, nacimiento, muerte y renacimiento, en el cual la Diosa regeneraba lo que le cabía conceder, y en el cual el sexo desempeñaba un papel misterioso, pero céntrico.
Nuestros ancestros al percibir que las mujeres sólo daban a luz tras mantener relaciones sexuales, concluyeron que el renacimiento de la vida vegetal y animal [y el renacimiento del sol] cada primavera, también era generado a través de algún tipo de unión sexual. De ese modo, nuestros ancestros adaptaban ritos, a través de los cuales, nosotros humanos, pudiéramos unirnos también a las fuerzas misteriosas que gobiernan el universo. Se podía creer que a través de ritos eróticos de alineación con el poder misterioso del sexo, nosotros humanos, además de encontrar protección y comodidad en el dolor, tristeza y muerte inevitables, aumentamos la oportunidad, de generación en generación, de una vida alegre y generosa. [168-editado]
El toro como símbolo de la potencia masculina se remonta al periodo paleolítico como, muy probablemente, el mito de la sagrada unión del principio creativo femenino con un toro.[171]
Lo que vemos en el arte minoico son escenas de jóvenes y doncellas bailando con toros, en el que parece haber sido un ritual importante de habilidad atlética y devoción religiosa. [174]
En la perspectiva de una ideología de alineación con los poderes de la naturaleza de conceder la vida y de amenaza de muerte, las indefensas doncellas y jóvenes minoicos bailaban con ese animal poderoso, legendario por su potencia sexual y por su potencia destrutiva, su significado sería simplemente lo que es literalmente: un acto de equilibrio en que el amor de esas personas por la vida era simbólicamente preparado para la posibilidad, siempre presente, de la muerte. [174-editado]
La búsqueda mística parece ser una experiencia exclusivamente humana. El estado místico o extático que sienten aquellos que lo experimentan es una sensación de paz interior indescriptible, beatitud y un acceso a los poderes curativos, conjuntamente con la sensación de unidad o unicidad, que los místicos a lo largo del tiempo llamaron Amor Divino.
Hay varios caminos para el estado extático o místico. Las artes paleolítica, neolítica y minoicas sugieren que en el comienzo de la cultura occidental, el baile era usado para alcanzar el trance místico. Desde los tiempos antiguos, las personas también usaban la meditación, los ejercicios de respiración, los alucinógenos, el ayuno, y la privación del sueño para inducir estados de conciencia elevados o alterados. Contamos con una fuerte evidencia de que el éxtasis sexual fue un camino importante para los estados místicos y extáticos.
La antigua percepción de que el sexo envuelve lo que hoy llamamos un estado alterado de la conciencia, y de que la unión sexual de mujer y hombre puede ser un camino para la beatitud e iluminación espiritual, aún es evidente en varias tradiciones religiosas orientales. [190-editado]
El vínculo físico entre las mujeres y los hijos a través del parto, y entre las mujeres y los hombres a través del sexo, eran percibidos como sagrados y no profanos. Parecían haber percibido la sabiduría que yace en el cerne de nuestras tradiciones religiosas y místicas más enaltecidas que solamente a través de la unión, del amor, podemos realizar nuestro potencial más elevado. [205]
La búsqueda de los místicos de esa sabiduría perdida es la búsqueda de la reconexión, es la búsqueda de una manera de relacionarse, de medios de remediar lo que fue brutalmente separado: la conexión fundamental erótica y espiritual entre mujeres y hombres. [205-editado]
Riane Eisler - El Placer Sagrado - Editora Rocco
Copiado de Borradores de un Pagano
Gracias Beto!
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